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«Transformación institucional y justicia social» por Paola Ricaurte Quijano

Autora: Paola Ricaurte Quijano

Tecnológico de Monterrey, México & Berkman Klein Center for Internet & Society, Harvard University

 

Cuando hablamos de nuevas institucionalidades, con fronteras porosas que permitan flujos más dinámicos entre el adentro y el afuera, lo hacemos con la convicción de que la mejor manera de expandir la democracia es a través de la expansión de la participación. Sin embargo, en sociedades desiguales, injustas, patriarcales y multiculturales, la transformación institucional no es suficiente. La complejidad de lo social se traduce en una fractura profunda, que no podemos evadir, y que por tanto, requiere cabida. Las instituciones que realmente buscan incidir en la transformación social son aquellas que están dispuestas a asumir la complejidad en todos sus niveles y que buscan, por encima de todo, romper con la matriz de dominación (Hill Collins, 1990, Constanza-Chock 2018).

Las instituciones necesitan democratizarse, pero también es necesario que nos enfoquemos en construir sociedades justas que permitan que de manera efectiva todas las personas tengan las mismas condiciones para participar. Es decir, es fundamental partir de una política que tenga como prioridad la justicia social y, de manera paralela, se aboque a la transformación institucional, a la habilitación de plataformas de participación para las poblaciones más vulnerabilizadas y marginalizadas, y, sobre todo, a eliminar las formas de dominación que condujeron a esas poblaciones a la marginación.

Al mismo tiempo que nos cuestionamos sobre qué tipo de democracia, qué tipo de instituciones y qué tipo de participación ciudadana buscamos, debemos entender que no puede construirse ninguna democracia sobre una sociedad injusta, desigual y heteropatriarcal. La violencia estructural se refleja en instituciones que reproducen la dominación y la discriminación (de género, nivel socioeconómico, identidad étnica y racial, lengua, habilidad mental o física, edad, educación, etc.) y en espacios de participación y toma de decisión donde solo tienen cabida los privilegiados (por lo general hombres, blancos, heteronormativos, educados, hablantes de la lengua dominante, occidentales).

Frente a esta condición, planteamos sostener una mirada crítica sobre la transformación institucional que buscamos. Abrir no significa necesariamente subvertir el orden de poder que reproduce diversas formas de dominación al interior y al exterior de las instituciones. Abrir no se traduce en que hagamos una apuesta por la equidad y la justicia. Abrir no implica eliminar las exclusiones. Abrir puede ser una manera de distraer la atención sobre acciones que busquen el acceso a la justicia (Ricaurte 2019).

Las plataformas, iniciativas y procesos de innovación ciudadana que buscan democratizar las instituciones e incidir en la vida pública y la transformación social no serán suficientes si no son capaces de tomar acciones radicales, para que, partiendo de la misma institución, garantice que a través de su estructura, políticas, protocolos e iniciativas no se contribuya a la reproducción de la injusticia social.

Por tanto, la reproducción de la dominación debe evaluarse hacia dentro y hacia afuera de las instituciones y más: al interior de un país y más allá de sus fronteras nacionales. ¿Acaso con nuestras iniciativas contribuimos a reproducir formas de dominación en otras geografías y latitudes? ¿Damos cabida o aniquilamos otras epistemologías, saberes, haceres, sentires, que no son los occidentales? ¿Quiénes son los tomadores de decisión y los habilitadores de estos procesos? ¿Quiénes las voces y rostros visibles y quiénes los silenciados, los borrados, los negados? ¿Estas iniciativas, se dirigen realmente a romper la matriz de dominación?

En tiempos de despertar de la conciencia social, de crisis y de incertidumbre, una evaluación de nuestras instituciones implica incorporar acciones anticapitalistas, antipatriarcales y anticolonialistas (de Sousa Santos, 2018, p. 1). Hay que apostar por erradicar las formas sutiles y visibles de violencia y despojo contra las poblaciones vulnerabilizadas y marginalizadas, hacer visibles los modos de dominación en todos los planos. De lo contrario, el discurso sobre la nueva institucionalidad resulta vacío y autocomplaciente.

Referencias

Costanza-Chock, S. (2018). «Design Justice: Towards an Intersectional Feminist Framework for Design Theory and Practice». Proceedings of the Design Research Society. https://ssrn.com/abstract=3189696

Collins, P. H. (1990). «Black feminist thought in the matrix of domination». Black feminist thought: Knowledge, consciousness, and the politics of empowerment, 221-238.

de Sousa Santos, B. (2018). The end of the cognitive empire. The coming of age of epistemologies of the South. Durham & London: Duke University Press, p. 1.

Ricaurte, P. (2019). «Data Epistemologies, The Coloniality of Power, and Resistance». Television & New Media. https://doi.org/10.1177/1527476419831640

Artículo enviado como contribución al “Manifiesto de innovación pública desde las universidades”. Si lo deseas, puedes enviar tus aportaciones.

Foto de Markus Spiske en Unsplash

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