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Especial 8M: Nada que celebrar, con Raquel Orantes

En diciembre de 1997, Ana Orantes, una vecina de Granada, fue víctima del asesinato perpetrado por su exmarido tras haber denunciado en televisión cuarenta años de maltrato. Este trágico hecho marcó un antes y un después en la historia de las mujeres y del país. A los tres meses de sucedido, en marzo de 1998, el Gobierno aprobó el primer plan de acción contra la violencia doméstica y en 1999 se estableció la violencia psicológica como una forma de maltrato, lo que incluyó la incorporación de las órdenes de alejamiento en el Código Penal.

Gracias a la Ley reguladora de la Orden de protección de las víctimas de la violencia doméstica, los jueces pueden adoptar medidas civiles y penales provisionales en un plazo máximo de 72 horas después de recibir una denuncia por violencia machista. Además, desde ese mismo año se lleva a cabo la contabilización oficial de las víctimas de la violencia de género, cuyo número a día de hoy asciende a 1192.

En 2004, la Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género fue aprobada por unanimidad, incorporando un agravante por género en los delitos de lesiones, maltrato habitual y trato degradante. También se establecieron mecanismos de protección para las víctimas, incluyendo indemnizaciones, asistencia jurídica gratuita y recursos habitacionales.

Con motivo del 8M, Raquel Orantes, hija de Ana Orantes, nos acompaña en un nuevo programa de la radio universitaria de la mano de Sandra Haro. En este episodio recalca la importancia de seguir luchando por el reconocimiento de las mujeres como víctimas de la violencia machista donde también nos señala que “es un día de lucha, no de celebración, nos siguen matando”. Durante la entrevista, Raquel habló sobre cómo la muerte de su madre transformó su vida y sobre la necesidad de mejorar la atención a la salud mental y a las secuelas que sufren las víctimas y supervivientes.

La entrevistada también destacó la importancia de visibilizar la violencia vicaria que sufren los hijos de mujeres asesinadas y denunció el retroceso y la legitimación del discurso negacionista de algunos grupos políticos.

Ana sigue viva en Raquel, que presta su voz a su madre y a muchas otras que sobreviven en silencio.

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