« Volver al blog

«Universidades diversas y experimentales como bases para la innovación pública», por Javier Cantón

Ahora que las sociedades vuelven su mirada a la Ciencia, necesitados de soluciones rápidas para una crisis sanitaria que nos ha puesto a prueba es hora de hablar de lo que la colocado como elemento central del progreso humano: su carácter de experimentación. La Ciencia experimenta y fracasa para poder tener éxito, y la clave de ese éxito también radica en la diversidad.

Nos colocan demasiadas veces el éxito como valor supremo y medida de la felicidad humana: tener éxito en la vida te conseguirá la felicidad. Pero ¿cómo se mide el éxito? ¿Es tener una creciente carrera profesional? ¿Conseguir tener una familia que arrope a sus integrantes? ¿Tener una red social extensa aunque no sea profunda? ¿Es acaso el prestigio social o quizás el estatus? ¿O simplemente el nivel económico conseguido individualmente o por la unidad económica familiar? Tanto hablamos del éxito que olvidamos el valor del fracaso, de que el verdadero aprendizaje radica en el fracaso, aunque no nos han enseñado a manejar correctamente la frustración que proviene de esas situaciones en las que fracasamos. Parafraseando a Edison, para tener éxito una vez hay que fracasar 1000 veces, y para conseguirlo hay que probar, experimentar, sin tener miedo a los resultados negativos, que suponen un paso más hacia el éxito.

Las Universidades son entidades complejas, múltiples, fragmentadas, poliédricas, conformadas por numerosas personas de perfiles e intereses diversos, que estudian la realidad desde diferentes puntos de vista y con distintas herramientas. Una muestra de la propia realidad social y humana, pero que tienen en las Universidades un espacio para la expresión sin límites. Esa mezcla explosiva que tantos frutos ha dado en la Ciencia, pero también en las artes, es la esencia de las Universidades, lugares diversos, hechos para la experimentación y la diversidad, por muchos compartimentos estancos que intentemos construir mediante las Facultades, los Departamentos y las ramas y disciplinas científicas. La imagen del científico aislado realizando pruebas de ensayo y error hasta dar con el momento Eureka, ya ha pasado a la historia. El trabajo en red, en colaboración con diversos investigadores de otras partes del mundo y de otras disciplinas, es el presente y el futuro de la Ciencia. A un mismo problema objeto de estudio al que se aproximan dos miradas diferentes es más probable encontrar soluciones innovadoras y nunca antes propuestas, gracias a esas dos características propias de las Universidades: la experimentación y la diversidad.

Y debido a ellas, la innovación pública, a partir de la necesidad que tenemos las actuales sociedades de recrear nuestras agotadas instituciones de la Modernidad, de fundar las que habrán de ser las propias de esta nueva Era que ya ha comenzado, pasa por las Universidades. La democracia, la política moderna, si quiere adaptarse a las sociedades de la información y el conocimiento, ha de apoyarse precisamente en una de las entidades que origina la innovación. Generamos zetabytes de información, pero nuestra capacidad para gestionarla sigue siendo, en muchos términos, insuficiente, y por eso nos apoyamos en algoritmos y automatizaciones aún muy limitadas. Generamos muchos datos, pero si no hay un grupo de personas dispuestas a analizarlos, con una mirada diversa, transdisciplinar y experimental, no conseguiremos extraer de ellos, primero información, después conocimiento y, por último, sabiduría. 

Los retos que tenemos pendientes, que nos marcamos en la Agenda 2030 y los ODS, aunque hayan quedado empañados con la actual crisis de la COVID-19, necesitan de la mirada universitaria, de su diversidad, de su carácter experimentador, para enfrentarse a ellos, para aprender de ellos y superarlos. Solo con una mirada innovadora conseguiremos, juntos, seguir creciendo como sociedad y como individuos. Lo hicimos antes y volveremos a hacerlo, estoy seguro.

Photo by Ryo Tanaka on Unsplash

Leave a Reply